Rosa transformada por el miedo:
desenróscate.
Rosa encogida
por sombras de fantasmas
de amenazas que no hay:
abre tus pétalos y permite
que reviente tu corola
de aire y de luz.
Rosa compactada
en un puño artificial:
despliega tus alas
y respira tu propio aroma.
Comparte con la abeja
la borrachera del polen
que tu ansiedad de ser
tan temblorosa
a ti misma te esconde.
Rosa poco rosa
casi alba
por falta de alimento
y de hálito de afuera,
rosa desgajada
de su entorno natural:
siéntate y descansa.
Mira que no eres concha
y, a despecho de la espina,
tu frágil valva ha quedado
por completo al descubierto.
Rosa: entra en ti,
funde tus miedos y destila
el arrojo de otros tiempos
más hechos a tu aroma,
o más atentos.
Transfórmalos en la savia
necesaria para ascender
de nuevo hasta ti misma.
Rosa: recréate por completo
en la atención del poeta
que te mira y que te canta.
Que el encogimiento sea
tu forma de ser, de nuevo,
rosa completa.