29 de Marzo 2004

Viaje alucinado al fondo de mi alma

Armado tan sólo con una linterna parpadeante y una cantimplora llena de elixires antiguos, inicio un viaje alucinado al fondo de mi alma.

Accedo a mi interior por una puerta cualquiera, de las siete que tenemos según los grandes sabios: poco a poco me dejo llevar por la corriente líquida que me inunda por dentro, e inicio una deriva que me conduce hasta el umbral de mi MENTE.

Ésta, que tiene la forma de una esfera perfectamente pulida, en realidad está compuesta por estrías de tamaño infinitesimal: vistas de cerca, parecen arabescos caprichosos de caligrafista. Me aproximo más y más, y compruebo que cada una de las susodichas circunvoluciones es en realidad un pasadizo, una vía que enlaza este mundo de aquí con el del otro lado. Penetro resueltamente por una de ellas.

El resultado es que aparezco en un reino azul, plagado de nieblas y olas blancas, donde la temperatura oscila por momentos entre lo abrasador y lo discretamente helado.

Avanzo como quien nada, moviendo los brazos con suavidad: voy descendiendo, o caigo (no lo sé bien), aunque mi corazón tiene la extraña convicción de que en verdad estoy subiendo.

Cuanto más adelanto, más atrás me siento.
Se invierten las perspectivas.
Los conceptos tiemblan.
Creo que me acerco al centro del Universo:
me parece que desemboco en el núcleo de mi Yo.


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Escrito por Proteo a las 29 de Marzo 2004 a las 12:01 PM