Por 2 divide un hombre su vida al nacer
Por 4 en cuanto recibe su primer cachete y no se queja, sino que empieza a cavilar en qué se ha equivocado y cómo podría enmendarse
Por 8 al asimilar disciplinadamente los principios aritméticos y morales con los que se convertirá en alguien de provecho ¿para sí o para los demás?
Por 16 el día en que aprende a distinguir entre la realidad y el sueño
Por 32 tras extender la mano abierta y recibir su primer jornal por su primer día de trabajo de 9 a 1 y de 5 a 9
Por 64 en el mismo momento en que pierde la inocencia (no la virginidad) entre las piernas de una mujer
Por 128 si acepta el sucedáneo sólo porque retrasa su irrupción la forma original
Por 256 al mirar su rostro en el espejo y reconocer pasmosos parecidos con su padre, especialmente al acercarse la edad de su maculada concepción
Por 512 cuando hace balance de los gastos y los ingresos, llegando siempre a la misma conclusión: faltan conceptos contables que reflejen el valor de lo inconcreto
Por 1024 entre los enredos del pudo ser y ya no será, si no lo remedia un maremoto que arrase con el navío anclado en dique seco
Por 2048 el día en que regresa a los lugares en que conoció la plenitud y ha de asumir que ya nada tendrá ese brillo, sino otro más leve, soso y fugaz
Por cientos de miles de victorias relativas y una sola derrota completa:
haber sido creado y dispersarse cada día en más fragmentos
espejos impotentes de la caída, presagios de la indiferencia
que a todos nos ha de cubrir pues, es preciso recordarlo:
el principio es el final y todo regresa al mismo punto del que surgió
(eso sí, en peor estado,
pero que mucho peor).