Los pájaros que antaño portaban el anuncio de la estación risueña, hogaño amenazan con la sombra de un virus letal (sobre todo, para ellas).
Entre sus alas desplegadas anidan signos cambiantes; del pico les penden ramas de un árbol que ya se extinguió.
Un viento empuja a las especies hacia afuera.
En el centro del escenario, queda el Hombre como único testigo de la que llamamos Creación, hoy descreída.
De ahora en adelante, los años se sucederán con sombras de sombras en el rol de espectadores sin augurios, sin encarnación: despojos en lugar de sangre y, en vez de buitres, camiones.
Escrito por Proteo a las 2 de Marzo 2006 a las 06:50 PM