Después de atravesar las amplias landas del desierto, uno siente los riñones fatigados, la vista nublada, el ardor pequeño. Casi se ha perdido el apetito de iniciar la marcha de nuevo: tan densa y preñada de vacío es la travesía del agrimensor.
Pero aún quedan espuelas con que azuzar el caballo interior: todavía me quedan rutas que desencubrir, nombres que borrar de la memoria, espacios que desocupar.
Aun exhausto, seguiré en la montura.
Escrito por Proteo a las 29 de Enero 2004 a las 11:27 AM