¿Hay algún modo de volver a circular, cuando te encuentras varado en la cuneta por decisión propia, y sin nada que te impida ponerte en marcha de nuevo?
En demasiadas ocasiones, somos los peores enemigos de nuestra sanación: con tanta saña cultivamos las heridas, que acabamos convertidos en enfermos perpetuos (imaginarios, por supuesto).
¿Y si tentáramos el camino de enmedio, es decir, el que discurre entre la quietud y el movimiento, la patología y su agente redentor?
La solución (provisional, como todo remedio) es la ironía respecto a uno mismo: adoptar una perspectiva decididamente remota, sideral incluso, para verse chiquito chiquito, y reubicarse en un territorio nuevo, limpio de los virus y gérmenes de la excesiva egomanía.
Eso sí, sin sobrepasarse en la dosis: un exceso de ironía puede acabar tirando al niño de nuestra identidad por el agujero de la bañera de nuestra autoestima.
Escrito por Proteo a las 11 de Febrero 2004 a las 12:57 PM