Soy un perdedor nato. Todo lo que hago, o lo hago mal, o lo hago bien, pero no se me reconoce, o es inútil, o en cuanto sale de mis inútiles manos, ya ha quedado desfasado y se ve arrinconado en el desván, a la espera del revival que, quizás, lo exima de su condición de intento abortado y sin posteridad. No es raro, pues, que mis mejores propósitos atiborren el cuarto de los trastos.
Soy un perdedor auténtico. No de los que se complacen en su propia bajeza, y encuentran en ello un morboso motivo de satisfacción, una victoria sutil ante un enemigo imaginario. Yo me siento derrotado de una manera radical, sin consuelo ante el espectáculo de mis huesos machacados en el suelo, sin la irónica salvedad que proporciona el saberse el vencedor moral. A mi edad, todas las heridas supuran un poco de alma.
Soy un perdedor que se desangra con cada palmadita en la espalda que le dan, con cada luego, con cada quizás. Todo lo que recibo, o está podrido, o sobra. Lo que se me quita, en cambio, se encuentra en perfecto estado, y me habría reportado un placer acaso relativo, pero mío al fin y al cabo. Por no tener, no tengo ni el abrigo de mi propio carecer.
Soy un perdedor poco retórico: hablo, escribo y pontifico, pero sufro, sufro mucho, y sin condiciones. Desconozco la impostura de complacerme en mi plana mezquindad. Ignoro la manera de salvarme haciéndome el loco, y contemplando el juego desde lejos. Yo siempre estoy en medio, recibiendo palos por todos lados. Mi humillación, la vivo en vivo: no necesito que mi memoria me la cuente, como si a otro le hubiera ocurrido. Mi hez comienza y acaba en mí: no hay espectador pasivo.
Soy un perdedor de los que no quedan porque, por no sentir, no siento ni siquiera pena por mí mismo. Que tú aparezcas ahora y me des agua, para mi espíritu romo y desvencijado, es llover sobre mojado. Sólo una soga más en la casa del ahorcado.
Escrito por Proteo a las 23 de Abril 2004 a las 08:45 PM