Dos manos: dos barajas.
En la izquierda, la francesa,
con sus picas y sus damas
disponiendo la contienda
con crueldad incalculada.
La española, en la derecha:
el oro en la copa y la espada,
envainada. Para qué defensas
si rival no hay, ni ataca.
Ni bastos, ni estacas.
Por quien el paso franco le ceda
el juego se decanta.