Paz en el valle.
Los lobos se han retirado.
Una vaca pare, y el ternero
va y cae de pie.
No hay pastores que roben leche,
ni perro con bozal y correa:
sólo hierba verde,
musgo, frutos morados
y un arroyo que se desgañita
de puro contento:
apenas son las diez
y el orbe ya está cantando.
Las encinas
disparan sus bellotas al aire.
El romero
es el dueño de este baile
y un paseante
lejano lee a Homero.
Las aves vuelan
a ras de suelo,
describiendo figuras líricas.
Una voz avanza;
otra, le sale al encuentro.
Todo lo bello
se junta aquí y ahora,
justo en esta pradera
y yo, que lo veo,
lo escribo para que tú, amiga
mía, en tu distancia lo sepas.
Que si hay luz y me embeleso
es porque oí tu melodía
rescatándome hacia afuera.