6 de Mayo 2004

Extraño Campo de Marte

I

“Los que ganan todas las batallas no son expertos en el arte de la guerra; los que vencen al enemigo sin luchar son los maestros en el arte de la guerra” (Sun-Tzu, El arte de la guerra)


II

La paz es una hoja mellada. Por un lado grita y por el otro, calla.


III

Una calma violenta sucede en la sabana a la deflagración de los fusiles: uno no sabe si la batalla ya ha terminado, o está a punto de empezar. El áspid avanza entre la general expectación.


IV

Armas descargadas entre disparo y disparo. Detonadores exhaustos. Gatillos flojos por el exceso de uso. Flaccidez. Abulia. El estreno era una reposición.


V

En las explanadas no hay enclave donde apostar el disparadero.
En el llano es difícil prescindir de las trincheras (cavar es el destino de lo que no se eleva).
En las montañas, el fuego cruzado acaba incrustándose contra las vetas del mineral.
Allí donde la lucha se libra sin ritos ni agarraderas, las armas se vuelven indefectiblemente contra quien las carga.


VI

La labor de los estrategas es la pura ocultación. Su empeño no es vil porque cubran sus movimientos, sino por lo que tienen éstos de sinuosos, de amago de gesto noble que se transforma inmediatamente en plebeyo.


VII

Nadie exonera al desertor. Su carrera parece, en realidad, un descenso hacia sí mismo. Bajando, deja a los soldados por los suelos. Y éstos, humillados, le acaban viendo como al único enemigo.


VIII

La oruga que cruza los desiertos ignora el grado de su exposición. Se la ve tan vulnerable, tan tierna en un ensimismamiento ausente, que uno no puede concebir quién podría abordarla. Su inocencia la salvaguarda.


IX

Los tanques de fuego van a beber a los tanques de la sed. Únicamente su agua es de llamas.


X

Al igual que sólo aparentemente arden las balas de paja tras un día de siega, el horizonte se decolora ahora con flamígeros destellos.

Desde esta distancia, no podemos precisar lo que ha ocurrido. Tanto podríamos estar ganando como haber caído vencidos.

Cuanto más y más se elevan las vaharadas de luz en plena noche, mayor es nuestra confusión. El signo es movedizo, y no desprende calor.


FINAL

Sobre un paisaje lunar avanza, con una lentitud arqueológica, la caravana de los derrotados. Carece de destino claro. Perdido el hogar, se dirige hacia la nada. Saben que, después de hincar la espada, uno pierde el amparo de los hados. Extraviada la gracia, sólo les queda llevarse su andrajo a otro lugar. Demoradamente, como quien desciende poco a poco hacia su propia cuna.

Escrito por Proteo a las 6 de Mayo 2004 a las 01:19 PM