A M., para cuando vuelva de su última misión
Tú, la guerrera
curtida en batallas imaginarias
(que son las que hay que ganar
o perder y darse por muerto)
Tú, la tromba
de palabras desbordadas
contra el peñasco que no te merece
él no te entiende:
tu razón le anega y sobrepasa.
Tú, martillo de herejes
de tu fe y espanto
de los creyentes ajenos
Tú, la pura fuerza
de una debilidad inexpugnable,
porque de ella sacas luz
y agua que sacia en los desiertos
de los otros (los más resecos)
Tú, la del trapío
probado en los mil lances
de la vida de la espada:
a tu causa uno mi destino.
Tómala, si quieres, para aumentar
el número de tus huestes
y derrocar al vil molinoo llévalo
en el bolsillo por si acaso,
no sea que aparezcan los gigantes
(los que cascan de verdad)
y haya que empezar a dar porrazos.