Con el ruido que hacen al estallar
las pompas de jabón, o una ampolla
llena de pus sobre una gasa limpia,
se quiebran mis quimeras en el aire.
No es un estruendo; tampoco un fragor.
Se asemeja a un frufrú de mundos
en frotación, poco antes de reventar.
También es comparable al quejido
que emiten las vacas cuando abortan:
lento, profundo, un cuerpo que cae
y contra la paja rebota sin sonidos.
O al rasgarse de una cortina de raso
cuando una tijera afila su punta en ella.
O al arrastrar los pies por un suelo mojado.
La detonación de mis sueños
se produce con la timidez consustancial
a mi mudo fabular desconsolado.