El fuego es privación ya que, para existir, consume lo que existía antes que él (IBN ARABI)
El paisaje calcinado no recuerda nada de lo que experimentó durante el gran incendio. Su memoria se limita a la brasa que es y seguirá siendo.
En ese estado de tizón, de ascua extinta, de tronco carbonizado y sin mañana, el árbol de sombra implora ahora un parasol: todo él desguarnecido, se abisma en un tiempo profano carente de cruz y de cara. Los rayos del astro del cielo parecen lanzas en un cuerpo no amparado; las aguas que bajan por su costado le arrancan la costra de la desolación.
El bosque posterior a la soflama se aboca en la boca del adiós. El tocón no reverdece; la perspectiva se angosta. Lo que fue una maraña de hojas, parece ahora un lecho de briznas crujientes sin expectativa, sin redención.
Contemplando la arboleda ausente, no sé si me falta ella o el ausente soy yo.