12 de Noviembre 2004

PANTANO

En el pantano, el agua es densa y la tierra, poco segura.

En el pantano, no sé si los insectos nadan o los peces patinan —hasta ese punto el elemento desconfía de la identidad.

En el pantano, las lavanderas ennegrecen su ropa para acordarla al signo del Tiempo.

En el pantano, la espera es el modo activo del verbo desesperarse.

En el pantano, nadie sabe nada o, en cualquier caso, se lo calla.

En el pantano, una masilla compuesta de polvo y excremento tapona las fisuras por donde podría penetrar el aire y regenerar la entraña del pantano (ya por siempre infame, estéril y desencantado).

En el pantano, las voces de los niños parecerían graznidos de gaviotas, caso de que alguien quisiera detenerse y escuchar.

En el pantano, toda suma tiene como resultado invariable cero.

En el pantano, nada pasa porque nada permanece. La sucesión, aquí, es un efecto óptico o una cualidad aportada por el espectador.

En el pantano, se invierte la ley de la densidad: el agua cae; el limo, emerge.

En el pantano, hay mareas pero internas, de modo que la clásica renovación por el fondo carece de proyección en superficie.

En el pantano, todo está cabeza abajo:quien se fuga, se queda y quien logra escapar, ése es el que permanece —si lo cuenta y, además, se le entiende.

Escrito por Proteo a las 12 de Noviembre 2004 a las 08:34 PM