El destino es lo que pasa cuando pasa (y porque pasa),
es la conjunción aleatoria en sus causas y fatal en sus consecuencias,
es emerger sin haberse sumergido primero,
es la raíz aérea de un bulbo que no se puede ver.
El destino es el nombre que le imponemos
a una ley que no se muestra
ni es posible refutar.
El destino es la soltura firme del tiempo,
el tacto rígido del azar,
la predestinación
del negro a la luz y del blanco hacia la sombra.
El destino es la inversión
(mezquina, pero venial)
de la lectura y la escritura,
de la intención
volcada artificialmente entre sus frutos.
El destino es la casualidad interpretada,
interpenetrada por la necesidad
que tenemos de imponerle dirección, altura,
dimensiones a un único punto
impenetrable.
El destino es el sentido
último del absurdo,
liberado de la espera y la ilusión.
El destino es
porque no es, porque no puede ser
que el ciclo se interrumpa
y de la germinación
del hecho no esperemos una pirueta
ulterior, un gesto postrero
que devuelva la ecuación
a su incógnita primera
allá, en la línea
remota de la irresolución.
Buceo
Dejando el peso
de mi cuerpo caer,
yo accedo
a la sima prohibida,
al lupanar
de los peces antediluvianos,
a la guarida del calamar
gigante, al recoveco
donde la vida se pliega sobre sí misma
y, expectante, reinventa
el primero de los movimientos:
el del descenso en vertical
de abajo arriba
y vuelta a empezar, ¿el qué?
La conquista
del barro original.
Salto de trampolín
Si no fuera por los pies
que me atienen tercamente a la palanca
Si no fuera por el lastre
de mi vientre contentado con el pan y la sal
Si no fuera por el ser
y no ser abruptamente que me enzarza
en las pugnas de una orilla remota
Si no fuera porque abro los brazos
y, en lugar de planer, me precipito.
quizás aún soñaría que aquí, en la atalaya,
el ángel y yo
somos uno y lo mismo.
Vela
De parte de los chorros
primordiales del origen,
adviene un único sentido:
la dirección
explayada en una tela
pintada de azul.
De allá para acá, el plomo
se ha transformado en movimiento,
en querencia horizontal.
El mástil adquiere entonces, virgen,
el pálpito de una cruz.
Badminton
Justo en el instante
cuando cruza la paloma,
el aire se detiene.
A lado y lado, ahora
con las manos abiertas, breves,
se alían los contrincantes.
Ala delta
Una membrana basta
una pequeña resistencia, un óbice
al desprendimiento total
para que este brazo,
testigo de un mundo grávido y hostil,
se devele en el soplo ascensional
de la calma primera.
Un quiste es suficiente,
un vórtice:
el salto necesario para invertir
la inquietud en detención,
y ésta en buen despegue.
Doma de olas
¿Caballo o jinete? El mar
es una inquietud permanente,
una lucha, una incisión
en el curso plano de la tierra redonda.
El mar es una extraña pregunta,
una quiebra, una hosca
retorsión del Ser sobre sí mismo:
mirándolo te ves mirarlo,
y al acoplarte a él,
te disciplinas.
No inquieras, pues,
sobre quién domó a quién:
sé ola, saluda
y asume al fin
tu esencia divina.
Vuelo de cometa
Aferrado
suavemente
a su plexo solar,
el hombre liberado
asciende.
Empujado por corrientes
violentas y arbitrarias,
su obediencia es libertad.
En el suelo, pendiente
de un hilo, el nudo es la palma
que hace uno a este par.