23 de Enero 2006

ABDUCCIÓN NECESARIA

A veces, en plena noche, mientras duermo con las pestañas-persianas-trincheras arriadas, me asalta un desvelo, un cansancio lúcida, insidiosamente abierto: la obediencia cae entonces como un pájaro, aletea como un pájaro, me desdice como un pez, se ausenta tras el galgo del amanecer arrastrándome consigo.

Y yo, el insomne abducido, me voy con él, en la recordante dirección no acordada que conduce hacia el afuera (adelante) de mi interior (detrás).

Tal ocasión es la ocasión que necesito, durmiente mente, para azuzar el rapto final en una dócil disposición de esclavo ausente. Tales momentos son los que el Dictado dispone para que el espíritu menor, impaciente, no me desboque en las cunetas mortales de la innecesidad.

Escrito por Proteo a las 12:57 PM

LA CURVA ES BELLA

La curva es bella (dicen ahora). Es cierto. ¿Por qué tardaron tanto en dar el dato? Yo tengo una hipótesis —impersonal y, por tanto, aventurada: para apreciar a la curva en lo que vale, hay que mirarla curvándose, dar de lado a la rigidez y la sequedad propias de la recta. Para abrirse a la hermosura propia en las líneas que fluctúan, hay que abjurar de los filos que cortan y que cierran, hay que abstenerse previamente de la completa identidad. Previo al espectáculo de volúmenes blandos, de bordes borrosos, de los cuerpos en proceso perpetuo de sublimación, se requiere abonar el peaje de la renuncia (al propio perfil rematado) y de la entrega (de la identidad consumada y estéril). Si se aspira a comulgar con la voluta, con la espira, con el trazo sensual del áspid enroscado, antes uno debe aprender a oscilar.

Sólo entonces, como justa retribución simbólica a la disolución material del suplicante, el yo que se atenaza en su cuadrícula de certezas podrá asistir al ritual del orbe vibrátil (y tiernamente ligado) que se encarna en la carne de la curva triunfante.

Escrito por Proteo a las 12:56 PM