Después de atravesar las amplias landas del desierto, uno siente los riñones fatigados, la vista nublada, el ardor pequeño. Casi se ha perdido el apetito de iniciar la marcha de nuevo: tan densa y preñada de vacío es la travesía del agrimensor.
Pero aún quedan espuelas con que azuzar el caballo interior: todavía me quedan rutas que desencubrir, nombres que borrar de la memoria, espacios que desocupar.
Aun exhausto, seguiré en la montura.
No somos nadie... nada, un puñado de recuerdos echados al hombro, y que decimos que nos acompaña sólo porque pesa un poco.
No somos más que el polvo que cubre por las mañanas la mesita de noche: una acumulación cansina, una inercia, que sólo existe porque no sabe cómo dejar de hacerlo... o, si lo sabe, vive como si no.
No somos nadie, y en esa constatación, encuentro yo mi consuelo.
¿Tú no?
Nutre la llama que no decrece,
ni se extingue ni va a más:
refléjate en lo siempre igual
para mutar eternamente.
Ser llevado,
sentirse llevado, y trasladarse
a lomos de una centella
—de la ocasión refulgente
en la que todo conmina al abandono,
a soltar, a oponer,
a desgajarse de uno mismo e indagar
la vasta inconcreción del porvenir.
Yo, que soy el vivo ejemplo de la transformación, también adoro pasar el día ensobrado en la cama, con un libro entre las manos y todo el frío afuera, husmeando en la ventana
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Imagen creada por José Luis Trullo
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e-mail: joseluistrullo@yahoo.es
Todo al cero,
al valor mínimo
de donde todo bebe
y adonde todo vuelve
Todo al misterio
de la luz blanca y redonda,
leche primaria en la que veo
condensado el tiempo que no hay
Todo a la nada
informulada, a la inconcreción
que mañana ha de germinar
en nuevas formas transitorias,
en cortes, en heridas
que sanarán al amanecer,
cuando ya no se recuerden
Todo a la muerte, que se anticipa
con cada apuesta desquiciada, y abre
insólitas ventanas en la pared
del matadero
Todo en todo arriesgado, permanece
nada en nada superpuesto
—como la sombra, como la sed :
constantemente.
A las páginas de un libro me aboco: como quien se asoma al sumidero, esperando repescar sus cachitos chicos de entre el agua sucia.