30 de Abril 2004

Narcisos, pero menos

El deseo de una esencia
generó, como reflejo,
la existencia incalculada:

desbordante promesa,
complicidad dada
desde el principio como acceso
directo a la evidencia
de un ser aún más completo—parva
concatenación de sucesos
unidos por una misma querencia—
estilos parejos, danza
hermanada en la avenencia
común, afortunado encuentro
de tu hambre atrasada
de tu carne y mis sólitas ganas
de roer mis propios huesos.

Solos cada cual en su ribera,
nos miramos cara a cara
y a nosotros mismos nos vemos.

Escrito por Proteo a las 12:31 PM

Esfera

Esfera,
la de la verdad rodante:
tu lisura no es excusa.

Puestos a detenerte
o a reducir la velocidad,
siempre podrías optar
por la tangente liberadora,
o por la curva que frustra
las directas trayectorias
hacia la nada absoluta.

Pero no: tú debes continuar
fiel a tu esencia circulante,
acicate y tortura
de quienes te queremos.

Tu naturaleza es más fuerte.
Te lleva hasta el extremo
de ti, te hace más pura y,
dura o madura,
siempre vence.

Escrito por Proteo a las 12:31 PM

El hilo de Ariadna

De un único verso
no solicitado (seminal
incursión en la tierra natal)
se devana el poema entero:

sólo hay que tirar del hilo
para que vayan cayendo
las palabras —fruta madura
en nuestro plato ardiendo:

alimento ideal para Teseo,
promesa oscura para Ariadna.

Entre el laberinto
y la dueña del ovillo
subsiste una amenaza
mutua que viene de más lejos.

Escrito por Proteo a las 12:17 PM

28 de Abril 2004

Yo seré tu espejo

“Escucho tu silencio. Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti. Eres.
Me basta”

A. GONZÁLEZ


Amiga
extraña, improbable
compañera por falta de ocasión,
sublime ausencia:
este de aquí, tu interlocutor
parpadeante
(un día sí, cuarenta no)
tiene algo que anunciarte.

YO SERÉ TU ESPEJO,
es decir, que seriamente pienso
reflejar trozo a trozo toda tu imagen.

Si se agua tu entrecejo
con visiones tortuosas por el día
transcurrido entre patanes,
voy a darte la infusión
que los lave y que te aclare
tu sólita mirada cristalina.

Cuando no alcance tu denuedo
para acabar con la jornada
polvorienta y cafre, este yo
lejano y débil que me considero
te imbuirá de su esperanza
—que no es suya, sino parte
de la que sobra en el cielo,
y aquí abajo se comparte.

Cuando batas las marcas
humanas del convencimiento
con tu retórica florida,
yo seré tu público entusiasta
(el del palco y el del gallinero),
la claque que te aísla
de los látigos de la crítica:
la dialéctica tiene su momento,
sí, pero no es este.

Si caes rendida,
he de tumbarme a tu lado
(a una distancia prudente)
para entonar
canciones de amor y de guerra:
amor a lo humano
y guerra, al capital.

Cuando pidas sal,
yo picaré piedra.
Si quieres tabaco,
le daré al pedernal
de afilar monedas.

Sea como fuere
(intermitente
o constante,
por una sola vez
o permanentemente)
yo he de ser,
si así lo quieres,

el eco exacto de tu voz

—perecedera, o no:
eso, ¿quién lo sabe?
El tiempo es un rumor
de sólo medias verdades.

Escrito por Proteo a las 7:49 PM

Claroscuros

Claroscuros: fantasmas
de la nitidez postergada
por uno solo de los lados.

Inquinas de la suposición.

Venturas aventuradas
a una carta-comodín:
su valor está por decidir.
Por ahora, es sólo guano.

Palabras dejadas en prenda
al más ínclito usurero:
el interés se multiplica por mil,
pero acaba uno olvidándose del precio,
y eso sale extremadamente caro
(que me lo digan a mí,
el más inhábil pagano).

Esfuerzos por sonreír.
Lágrimas simuladas.
Máscaras que se subastan,
si no al mejor postor,
sí al que más alto dice que sí,
mi alma, que sí, mi amor.

La resolución
no podría estar más clara.
No hay posible confusión.
Quien puja es el que manda
—y quien no, ahí está el avión
y la matraca.

Capotes de adiós:
la muleta, a la maleta.
Ni siquiera ha sonado el pasodoble
y ya te ha dado el pasaporte
y dos de sus múltiples orejas:
a) la de escuchar,
b) la de hacerse la sueca.

La próxima vez llevaré linterna
y un pedazo de algodón
(ya sabes: por lo de la prueba).

Escrito por Proteo a las 7:48 PM

27 de Abril 2004

Apariencia de mendigo

Guardé la compostura mientras fue posible. Mantuve cierto grado de elegancia en los gestos. Me conduje con el aplomo que requería cada situación: yo era un dandy con vaqueros.

En las épocas de bonanza, adopté un aire distraído, como de quien no conoce la jactancia y se conforma con lo que le dan.

Cuando vinieron las lluvias y los chuzos de punta, supe endosarme el chubasquero como otros el bañador: por el lado brillante y resbaladizo (mitad coraza, mitad navegador).

Yo fui de los que cruzaron el desierto a la ida y a la vuelta, y pocas travesías se han cubierto con mi confianza y aplomo: para beduino, yo.

Rasgué el velo de la oscuridad despreciando el interruptor.

Me hice con un fajo de leyendas, que luego apostaba en timbas de mala muerte: el azar, si existe, se deja domar a veces.

Fui forajido, caballero andante, torero en mi salón, submarino amarillo surcando las lagunas interiores.

Fundé imperios que duraron un sólo día, y colonias cuyos diezmos aún percibo (clavo, canela y un poco de café para el almuerzo).

Escalé los picos más elevados para poderme deslizar después como por un tobogán de ensueños y de quimeras.

Di una de cal y otra de arena.

Fue mi vida una ardiente palpitación irresuelta y roja.

Así que no se dejen impresionar por mi actual apariencia de mendigo estéril y desaforado: es sólo mi encarnación vigesimotercera. En la próxima, mostraré maneras de goleador.

Escrito por Proteo a las 12:00 PM

25 de Abril 2004

Ser y no parecer

Son y no parecen
las penas alegrías
a los ojos de quien conoce
el precio exacto de las cosas.

Son perlas: bisutería
fina se me antoja.
Si fuera joyería la alharaca,
su tintineo ni se oiría.

Son tesoros enterrados:
parece tierra removida con el azadón
de arrancarle información al torturado.

Son aves
raras—parecen manchas
en el cielo de la tarde,
emborronando el fotograma
a la velocidad del rayo.

Son asesinos, aunque de amigos
tengan todas las trazas.

Son respuestas:
con su cara de acertijo,
las confundirás de nuevo.

Los signos se divierten
invirtiendo la esencia y la apariencia:
que no puedas discernirlas
forma parte de su juego.

Escrito por Proteo a las 1:37 PM

Se precipitan las palabras

Se precipitan las palabras
dichas, se precipitan
y se despeñan, se dejan la piel
en las rocas, en el saledizo
aquel donde tu verbo fue a impactar.

Se caen rodando
los adjetivos ladera abajo,
como si fueran vórtices o peonzas
o veletas que ignoran a dónde apuntar,
si a la connotación movediza
o a la insulsa denotación.

Se deslizan
los adverbios por la loma-tobogán,
descienden los participios
en vertical, describiendo una línea
recta plomiza, casi un adiós:
no saben remontar
el vuelo las palabras
tuyas del acero—
como el agua o la sal,
perecen en cuanto las sueltas
y, desamparadas,
dan miedo.
Claridad y miedo.

Escrito por Proteo a las 1:36 PM

24 de Abril 2004

El orden de la querencia

Quiero sopesar cada paso que doy sin llegar a calcularlo, ni en su distancia, ni en su amplitud.

Quiero que la ligereza siga mandando en mi vida, aunque le infunda la leve dislexia que acarrean los años (el acento cambiante, la complicidad dudosa).

Quiero amar y ser amado aún como promesa de extraños quehaceres ultramontanos, incluyendo al agua y a su circulación.

Quiero seguir al margen del mundo para poder continuar morando en mi centro, que es el del cosmos y el de las mariposas raras y las amapolas.

Quiero elevarme, quiero bajar y quiero irme: quiero estar siempre rebatiéndome, aun incluso a mi pesar.

Quiero admitirlo todo como parte necesaria de un plan que no conozco, pero con el que oscuramente comulgo.

Quiero la cera ardiente en los dedos y el pebetero, en la planta de los pies.

Quiero acudir a la llamada sin moverme del asiento porque, con mi pasividad, no he de impedir que las bocas se sigan abriendo y cantando sin cesar.

Quiero estar mientras me ausento.

Quiero darme la ocasión de escuchar el anuncio del penúltimo tren: el que mantiene expeditas las vías de obstáculos, y amoldable el ritmo del corazón.

Quiero saber ignorando.

Quiero ver.

Quiero que seas tú, quien llama a la puerta, y que lo sepas. Quiero que quede entreabierta para empastar, sin tener que amasarlos, tus velos de recién aparecida y mi embozo de perpetuo ocultador.

Escrito por Proteo a las 1:15 PM

23 de Abril 2004

Soy un perdedor nato

Soy un perdedor nato. Todo lo que hago, o lo hago mal, o lo hago bien, pero no se me reconoce, o es inútil, o en cuanto sale de mis inútiles manos, ya ha quedado desfasado y se ve arrinconado en el desván, a la espera del revival que, quizás, lo exima de su condición de intento abortado y sin posteridad. No es raro, pues, que mis mejores propósitos atiborren el cuarto de los trastos.

Soy un perdedor auténtico. No de los que se complacen en su propia bajeza, y encuentran en ello un morboso motivo de satisfacción, una victoria sutil ante un enemigo imaginario. Yo me siento derrotado de una manera radical, sin consuelo ante el espectáculo de mis huesos machacados en el suelo, sin la irónica salvedad que proporciona el saberse el vencedor moral. A mi edad, todas las heridas supuran un poco de alma.

Soy un perdedor que se desangra con cada palmadita en la espalda que le dan, con cada luego, con cada quizás. Todo lo que recibo, o está podrido, o sobra. Lo que se me quita, en cambio, se encuentra en perfecto estado, y me habría reportado un placer acaso relativo, pero mío al fin y al cabo. Por no tener, no tengo ni el abrigo de mi propio carecer.

Soy un perdedor poco retórico: hablo, escribo y pontifico, pero sufro, sufro mucho, y sin condiciones. Desconozco la impostura de complacerme en mi plana mezquindad. Ignoro la manera de salvarme haciéndome el loco, y contemplando el juego desde lejos. Yo siempre estoy en medio, recibiendo palos por todos lados. Mi humillación, la vivo en vivo: no necesito que mi memoria me la cuente, como si a otro le hubiera ocurrido. Mi hez comienza y acaba en mí: no hay espectador pasivo.

Soy un perdedor de los que no quedan porque, por no sentir, no siento ni siquiera pena por mí mismo. Que tú aparezcas ahora y me des agua, para mi espíritu romo y desvencijado, es llover sobre mojado. Sólo una soga más en la casa del ahorcado.

Escrito por Proteo a las 8:45 PM

21 de Abril 2004

El peor día del año

Habituado uno a contenerse, a ceñir el alcance de sus gestas a las dimensiones del ring, a comulgar con ruedas de molino más o menos familiares (y por eso digestivas), se encuentra cierto día con el peor día del año, con algo que le espolea, que le empuja a delinquir, a saltar la tapia y lanzarse a tumba abierta hacia los arrabales, allí donde se alzan los cipreses del cementerio y discurre el río separando el campo y la ciudad.

Es un momento de feracidad extrema en que aúllan todas las alarmas: se ve uno estepario, violador, piraña amazónica; se quiere alpinista, se sueña redentor de las masas; se dilata, se envanece, se cree digno de lo mejor y más granado de la creación: de las primicias de la inminente cosecha, del favoritismo de la luna y la bendición papal.

Como agua embalsada que echa a rodar tras meses de letargo, uno quisiera devorar ahora su propio curso para aumentarse el caudal: salirse de cauce para inundar los campos, romper el molde que le confiere identidad y soñar un nuevo nombre a la altura de su ambición recuperada. Porque es una restauración, de lo que se trata: de la ruta subvertida del fruto y la semilla, de la promesa que vuelve al redil del campo abierto, sin puertas ni ventanas. Llamarla impulso sería limitar su alcance neotestamentario, reducila a una explosión no la agotaría: esa fuerza pujante que, un día cualquiera del año (y aun así, el peor), nos alza como infantes en manos del bautista, transgrede, ese día, la habitual atribución de roles del conocido y el conocedor.

Estentórea, esa energía despunta (otra vez) lo que el tiempo había conseguido mellar. Por eso es aciago, el día del que hablo: porque restablece una continuidad, pero lo hace puntualmente. De una vez, y para siempre.

Escrito por Proteo a las 11:38 AM

19 de Abril 2004

Ahora mando yo

Ahora que el tiempo ya manda sobre sí mismo, sin esas oquedades grises que solía rellenar con mortero.

Ahora que las horas caen por su propio peso, ahítas o vacías, pero en cualquier caso en perfecta vertical.

Ahora que manda de nuevo el agua, y el mágico elemento puede circular sin grandes trabas, depurado hacia su desembocadura.

Ahora, en este ahora de la tortura cesante (no sé si canina o gatuna, expectante o amodorrada, oriental u occidental) donde sólo cuenta el placer hacia adelante, no el instante hacia su atrás.

Ahora que regreso a mi esperanza de nada, de meros aconteceres nimios, de signos que vienen y se van sin apenas daño, de linternas apuntando hacia los mares, de goces eximios al alcance de una tecla...

Ahora: con una mano extendida.

Ahora: con el pensamiento en posición fetal.

Ahora, y aquí: satisfecho y aguardando, en un afán sin perspectivas, en una espera sin jamás.

Ahora mando yo--y el que obedece soy, de nuevo, sólo yo.

Escrito por Proteo a las 11:34 AM