26 de Mayo 2004

Realidad

Realidad: la que existe
detrás de la muralla, detrás
del miedo que te hizo elevarla
(ayer mismo) entre ayes y ohes
—los de tu recelo militante
y fiero.

Lucidez: la que se anuncia
en esta semilla que ahora entiero
en una tierra no arada
(no lo precisa: ella se atiene
dócilmente a su maternidad
henchida de futuro).

Conocimiento,
aprehensión, ortodominio:
los de mañana
—que viene cargada la luz
y los presagios
de un viento clarificador.

No lo desprecies
en aras de tu saber
póstumo con lechuzas.

Que el pie, la mano
y tus ojos acceden sólo
al mundo que ya viene
(realidad) y no al polvo
(ilusión) que ya se va.

Escrito por Proteo a las 6:39 PM | Comentarios (0)

Un ladrido remoto

No hay por dónde coger lo que rehuye
la prensión de la grapa, y el hierro
candente en el lomo árido de la red,
la que brinca y se da al vuelo corto
de una rama a otra rama del árbol
de la visión, lo que es (y lo parece)
encarnadura en la carne dura, verbo
inconjugado, potencialidad valva:
una y la misma cara vuelta del revés.

No hay poros en la piel convicta—
ella respira su propio hedor
por ventanas imaginarias, por vías
que comunican secretamente
con el pulmón arcaico de los mundos
virtuales en cuclillas. Bastaría
un soplo calmo de dama galante
para elevarlos al rango del General.

No hay indicios de la reconversión
deseada por el patrón del barco:
los remos están en alto y el timón
(flácido rabo sin alegría) aún apunta
hacia la costa vacía de los muertos
ni ungidos, ni bautizados.

Sólo un ladrido remoto parece hablar
de lo que pudo ser, fue un poco
y al fin se fue.

Escrito por Proteo a las 6:38 PM | Comentarios (0)

25 de Mayo 2004

Boca sellada

Estrategias: para los que siempre pierden.
Ritos de paso entre la cuerda floja y el famélico trapecio del trapero, ese sublime coleccionista de oportunidades gastadas.
Vociferantes instrumentos en el foso de la orquesta del aire fétido.
Sordina fofa, la que le aplicaste a mi último cuento del copón de oro medio lleno, medio vacío de ti, de ti y de los sueños que tuvimos para los dos.
Íncubos de la madame, los que me cercan y me preguntan que qué tal estaba todo. Y yo contexto (qué voy a contextar) que la carne de sirena, bien, pero el cava fatal: esos grumos de cancioncillas frustradas, esa bilis de arpía disuelta en un sutil brebaje MUY TÓXICO, ese guiño del destino adverso con la cara rajada por el diablo del arcén… en fin, mal, muy mal, muy feo.
Claro que el camarero no tiene la culpa —¿o sí? ¿No es mirar una forma vil de connivencia? Claro que el camarero es un mandao y su cabeza es sólo un bolo en la partida de bolos de mi desesperación —¿o no?
¿Voy más lejos escarbando, o me quedo de este lado: del de la linda apariencia y los vestidos de largo y la náusea vertida imPUnemente sobre el mantel de algodones bajo las ruedas?
Va, vamos, vámonos, asaltemos el vagón de cola, el que siempre se accidenta (según demuestran las estadísticas, ya sabes, esos numeritos que nunca descarrilan porque no circulan sobre vías, sino sobre las dos esporas paralelas de tu CREDULIDAD y tu INFINITA PACIENCIA), saqueemos el desván, hagamos una gran pira pequeña, justo la llama necesaria para que el humo impregne las enaguas de las viejas glorias ambulantes, de esos ancianos con la espalda cargada de esperanzas vacías, de esos amiguitos desconocidos por completo que yo voy presuponiendo y que no existen —no existen fuera —no existen fuera de mi expectativa y mi quimera resquebrajada y los cráteres que abrió el aerolito de tu silencio en mi boca sellada, ¡ah, la malhadada!

Escrito por Proteo a las 6:35 PM | Comentarios (0)

21 de Mayo 2004

RUBATO

Retengo y luego suelto versos como si fueran granos de arena entre mis manos… Acelero, multiplico mis pasos por mil quinientos, soy el que más rápido pasa de cero a cien (por algo me llaman el talgo de las siete y diez). Ahora voy lento y me demoro en cada rincón de la palabra a-h-o-r-a: en la hache intercalada paso días enteros, en la o caracoleo y busco mi propio centro giróvago, en la a encuentro al fin otro camino hacia el comienzo… Ahora, ahora, luego, luego, me dilato y me sueño pasta blanda que en el tiempo encuentra su aliado. Voy, sigo, voy siguiendo, empiezo de nuevo cada vez, me recreo si me deshago porque más nos afirma cuanto nos desmiente, será porque sólo me hallo si en mí mismo me pierdo… sueño, sueño, veo, veo, te estoy viendo a ojo de buen cubero, ah mi patraña tan bien armada, evaporación en el alba caliente de una densa nube de larvas, enjambre, ubre, uve, tren, ¿ves?, ven, ven, que se te ve asomando (como siempre) por donde ya no se te espera… ¿Quieres más? ¿Más madera, más carne, más humus o más palabras? ¿Sabes de lo que hablas o prefieres el palo de ciego, la venda inversa, el ir palpando por fuera los signos para descubrirles la incisión, la muesca amarga, el tipo de acceso inconveniente y, sí, la genuflexión? Pues quien roba a un ladrón se ha ganado el derecho a los saqueos de frente y de costado, a la incursión advenediza, a llegar y que caigan las prevenciones y estallen los protocolos y derramen las ánforas su contenido por todo el suelo (el suelo de vivir y el suelo de elevarse). Pues quien escribe a repelo de la expectativa, y aun así se impone una dura ley, corre como loco hacia el veraz —e inquisitivo— desierto sin personas, sí, sí, pero con un único espectador.

Escrito por Proteo a las 5:19 PM

18 de Mayo 2004

De nuevo nadie

De nuevo nadie.
Silencio afuera.

Lanzar los dados
y que no vuelvan
(los tira el aire).

Dar un mazazo.
Y no hay respuesta.

Respiro arcanos:
todo es en balde.

Si no habla ella
(su abismo atrae),
yo también callo.

Mi altura cae.
Todo es bajeza.
Y no me hallo
(silencio, nadie,
de nuevo afuera).

Escrito por Proteo a las 12:40 PM

Rosa transformada por el miedo

Rosa transformada por el miedo:
desenróscate.

Rosa encogida
por sombras de fantasmas
de amenazas que no hay:
abre tus pétalos y permite
que reviente tu corola
de aire y de luz.

Rosa compactada
en un puño artificial:
despliega tus alas
y respira tu propio aroma.
Comparte con la abeja
la borrachera del polen
que tu ansiedad de ser
tan temblorosa
a ti misma te esconde.

Rosa poco rosa
—casi alba
por falta de alimento
y de hálito de afuera—,
rosa desgajada
de su entorno natural:
siéntate y descansa.
Mira que no eres concha
y, a despecho de la espina,
tu frágil valva ha quedado
por completo al descubierto.

Rosa: entra en ti,
funde tus miedos y destila
el arrojo de otros tiempos
más hechos a tu aroma,
o más atentos.
Transfórmalos en la savia
necesaria para ascender
de nuevo hasta ti misma.

Rosa: recréate por completo
en la atención del poeta
que te mira y que te canta.

Que el encogimiento sea
tu forma de ser, de nuevo,
rosa completa.

Escrito por Proteo a las 12:36 PM

13 de Mayo 2004

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CONTACTO: centraldecorreo@yahoo.es

Escrito por Proteo a las 1:56 PM

Duda metódica

“¿No ha sucedido nada o todo ha sucedido?” (C. RODRÍGUEZ)

En tus afueras y por los alrededores
—felino que espera la ocasión de redimirse—
mordisqueo los goznes de tu puerta usual,
hoy abierta (quizá) y cerrada todo el resto
de mi Semana de Pasión incontenible.

Mientras degusto el sabor de los óxidos
que me corroen las almas y me desdentan
(almas: las cien que necesito para poder oírte;
dientes: los que seccionan en dos mi lengua
de hablarte sin que lo parezca demasiado),
me debato en la duda clásica del creyente.

¿Volverá el pájaro a cubrirme con la sombra
de su vuelo remoto? ¿Caerá en la red
el pez huidizo de una voz que se alza y decae,
burlando la retórica del sí y el nunca se sabe?
¿El áspid me dará ocasión de detenerme,
o tendré que correr de nuevo hacia la vida
postrada donde perdí mis garras y mi don?

En esta constante
irresolución de todo,
no soy el juez,
sino la parte
de cargar con el peso
que me endosa otro.

Y yo, tal vez
para mi desdoro,
así lo quiero
también.

Escrito por Proteo a las 1:55 PM

De príncipe a mendigo

Si la velocidad de la caída diera la medida de nuestro esfuerzo para subir, ¡qué altas cumbres no habríamos escalado!

Pero no es así: uno se precipita al vacío tres o cuatro veces más rápido de lo que había subido. Por cada peldaño de ascensión, hay que soportar veinte rampas hacia abajo.

Miren mi caso: ayer coronado, y hoy ya he sido depuesto de mi real cargo. Apenas he tenido el tiempo justo para sostener el centro en la mano, comprobar lo mullido que es el asiento del trono, deglutir un par de faisanes guisados al monárquico modo, y basta, a la calle. Aquellos que me alzaron hasta la cima del poder, con idéntifica facilidad me han defenestrado.

Así que aquí me tienen: plebeyo de nuevo, hurgando en los escombros para encontrar algún trasto de valor con que pagarme los vinos, en definitiva, un infeliz sin oficio ni beneficio, un mendigo de amplios vuelos pero mal perder, un puñado de polvo, un patán, un ave de mal agüero.

Lo peor no es que esté de nuevo en el suelo, sino que me hallo más abajo. El caer me ha hecho daño. He perdido la ilusión. No comulgo ahora con las ruedas de molino que antaño me tragaba; me resulta imposible admitir los dogmas eclesiásticos a los cuales siempre les había encontrado un sentido más o menos místico. Todo me resulta inaceptable. Mi rostro en el espejo, la conversación banal, levantarse cada día sólo para volverse acostar…

El haber aspirado el aire de las cumbres me ha inhabilitado para la vida en el valle. Apenas unas horas en lo más alto han hecho de mí un ser desubicado, demasiado ambicioso para conformarse pero no lo bastante como para poder protagonizar mi propia revolución y recobrar la corona que, siquiera por unos instantes, ciñió mi frente e hizo de mí un rey (no de los demás, sino sólo de mi vida: libre, despreocupado y amante de lo mejor y más granado).

Yo, que fui señor, me siento incapaz de volver a ser vasallo.

Escrito por Proteo a las 1:54 PM

Primer error

Con los ojos gachos,
centrados sólo en lo suyo
—pues es lo suyo caerse
hacia un único lado—
aguardo tu primer error,
el momento inaugural
en el que mires, me mires
y yo comience a relucir.

Mientras tanto, te contemplo
con calculada ambigüedad:
llamándote a gran distancia
pero alejándote por dentro.

Tu ignorancia es mi sopor.

Escrito por Proteo a las 1:53 PM

12 de Mayo 2004

Papillons

Capricho decadente

Recuerdo cuando paseaba por mis propias sensaciones como si fuera el dueño de un suntuoso palacio.

Abría sus puertas y cruzaba los salones y pasillos con un parsimonia ducal. Me delectaba en la contemplación de los arabescos en la alfombra, de los damascos en los tapices y en las molduras del artesonado de los techos. En cada una de sus circunvoluciones hallaba un motivo para extraviarme en una ensoñación infinita.

Cerraba las ventanas en pleno día, sólo por sentir el placer anacrónico de alumbrarme con un candelabro Luis XIV, y me complacía en desorientarme en el laberinto de mis alcobas ricamente amuebladas con piezas rococó o estilo Imperio.

Si estaba en su apogeo la canícula estival, encendía la chimenea sólo por asistir al espectáculo de dos astros luchando con antagónico ardor; en lo más crudo del invierno, deambulaba con un té helado entre los dedos, de manera que una vaharada de voluptuosidad me recorría el espinazo a cada sorbo.

El valet tocaba al piano las piezas que mejor armonizaban con mi ánimo de cada momento (huidizo y cambiante): una pavana, un nocturno, una delicada barcarola o, quizás, un vals triste.

Por entre los visillos, el día se iba incorporando, o bien decaía con morosa credulidad, y yo lo bendecía todo con una sonrisita papal o cadenalicia (según si portaba o no la mitra de un poema entre los labios, o un verso solo).

Y es que, en aquella época de quimeras lujosas, mi sensibilidad era el único escenario: no atendía a la llamada de los grajos, ni escuchaba a los sapos canturrear en su inmunda charca. Los insectos eran sólo una estampación de mis albornoces de seda china. El mal, un bonito argumento en volúmenes de mitología griega y romana.

Cuando me recluía en mi santuario de armonías, mi alma y yo éramos los únicos personajes reales en un ficticio decorado. No como ahora, en que la verdad está allá afuera, detrás de las persianas y más allá de mi cercado, y yo me he convertido (cardo entre lirios) en su más servil plagiario.

Las mariposas, hoy, son sólo gusanos tardos.

Escrito por Proteo a las 12:25 PM

El eslabón perdido

¿En qué lugar de la cadena
mi orientación perdió los rastros?

¿Dónde se detuvo el movimiento
que me llevaba empujando hasta el final—
sin un solo aspaviento,
sin vacilaciones tampoco?

¿A qué extraño paraje
de lagunas y cráteres vine a parar,
yo, a quien los mares amaban
y el cielo llamaba hijo?

En algún punto de la gran senda
tomé el desvío equivocado.
Desde entonces voy vagando
como un pañuelo sucio
por caminos que desconozco.

Escrito por Proteo a las 12:22 PM

11 de Mayo 2004

Lo que no crece

Lo que no crece, mengua
Lo que se detiene, o espera
en un puño apretado de niño fiero
antes de la papilla, o se difumina
(aire deshecho en el aire nuevo)

Lo que uno no da, se lo quita
a lo que aguarda en el repecho
de cables, de tubos y de venas,
bombeando la sangre coagulada
desde la tierra hacia lo abierto

Lo que no sobra, pero se invierte,
acrecienta la riqueza del que arriesga
su capital sin aval ni garantías
—la aventura es siempre ciega
y se juega todo al cero

Lo que hay es una sombra apenas
de lo que puede haber, si se afirma
la lección antigua del cantero:
que es preciso picar piedra
para abrir la boca de las minas.

Escrito por Proteo a las 11:49 AM

10 de Mayo 2004

El jardinero sin jardín

Expulsado de un jardín del que nunca fui jardinero, vago con mi azadón por los huertos del extrarradio.

Visito a sus propietarios, hablo a unos y a otros, les expongo mi deseo de trabajar para ellos: podando los frutales, practicando injertos y acodos, arrancando malas hierbas (aunque yo nunca las llamo de ese modo: para mí, todas las plantas son buenas), en fin, partiéndome el lomo para sacarles a sus tierras el máximo rendimiento.

Pero es en vano todo.

Nadie quiere tratos con un operario a quien echaron de un lugar al que ni siquiera sabía que perteneciera. Es imposible aportar como experiencia aquello que, en mi fuero interno, conservo aún como un enigma.

Escrito por Proteo a las 9:33 PM

BLUFF

Con el ruido que hacen al estallar
las pompas de jabón, o una ampolla
llena de pus sobre una gasa limpia,
se quiebran mis quimeras en el aire.

No es un estruendo; tampoco un fragor.
Se asemeja a un frufrú de mundos
en frotación, poco antes de reventar.

También es comparable al quejido
que emiten las vacas cuando abortan:
lento, profundo, un cuerpo que cae
y contra la paja rebota sin sonidos.

O al rasgarse de una cortina de raso
cuando una tijera afila su punta en ella.

O al arrastrar los pies por un suelo mojado.

La detonación de mis sueños
se produce con la timidez consustancial
a mi mudo fabular desconsolado.

Escrito por Proteo a las 9:31 PM

8 de Mayo 2004

Ardor guerrero


A M., para cuando vuelva de su última misión


Tú, la guerrera
curtida en batallas imaginarias
(que son las que hay que ganar
o perder y darse por muerto)

Tú, la tromba
de palabras desbordadas
contra el peñasco que no te merece
—él no te entiende:
tu razón le anega y sobrepasa.

Tú, martillo de herejes
de tu fe y espanto
de los creyentes ajenos

Tú, la pura fuerza
de una debilidad inexpugnable,
porque de ella sacas luz
y agua que sacia en los desiertos
de los otros (los más resecos)

Tú, la del trapío
probado en los mil lances
de la vida de la espada:
a tu causa uno mi destino.

Tómala, si quieres, para aumentar
el número de tus huestes
y derrocar al vil molino—o llévalo
en el bolsillo por si acaso,

no sea que aparezcan los gigantes
(los que cascan de verdad)
y haya que empezar a dar porrazos.

Escrito por Proteo a las 12:46 PM

7 de Mayo 2004

Confesiones de una máscara

Yo soy yo, evidentemente. No tengo afuera.
Tampoco oculto nada: mi ser empieza y acaba en la pura apariencia, sin secretos ni verdades para luego.
Yo muestro mi raíz como si fuera un camafeo: plana y brillante por todos lados.
Si quisiera confesarme, no tendría pecados que expiar: lo que hago, lo hago sin conciencia de mí y, por tanto, sin culpa.
Mi vida discurre de verdad en verdad, siempre simuladadas. Imaginación y realidad no son, en mi caso, monedas rotas: quizás un punto en el vacío, o dos a lo sumo (uno, para afirmarlo y el otro, para refutarlo con el mismo brío impetuoso).
Por eso vivo todo volcado hacia el exterior: no existe una esencia oculta tras la fachada, sólo más y mejores cáscaras.
Descorrer las cortinas, pues, resultaría infructuoso. Arrancarme los velos no me dejaría más desnuda e indefensa de lo que ya estoy.
Yo no soy sino lo que veis: es mejor que no sigáis buscando y, cuanto antes, empecéis a morder.

Escrito por Proteo a las 2:18 PM

Fumando espero

Fumar es prender un incensario en la boca, pegarle fuego a un aroma y esperar que cante, vivir un momento en la indecisión de las formas (el mundo es humo que asciende lentamente hacia ninguna parte).

Fumar es concitar al destino para que baila una danza sin música.

Fumar es mezclarse en el aire nuestras ansias de durar y el deseo escaleno —ciertamente irregular, pero constante— de cruzar el éter como una exhalación.

Fumar es inhalar un ascua que se expele en volutas frías, aunque empapadas: de ti, de mí, de todos los que, fumando, nos transformamos por dentro en una aspiración de altura, de altura y profundidad.

Fumar es equivocarse con gracia.

Fumar es apuntar a la diana móvil del tiempo.

Fumar nos hace más ligeros: más que cuando no fumábamos, y respirar se nos volvía una misión sosa y prosaica, como andar por una superficie plana sin planes de despegar.

Fumar es soñarse inmaterial, y serlo realmente por un instante: el que dura la punta del cigarro prendida, prendada, embriagada del misterio de subir y de enroscarse. Fumar es desvanecerse sin pesar en la luz reflejada por el polvo aromático de la mañana.

Fumar: transformarse en vapor, sí, pero en vapor enamorado —de la llama que me vio nacer y del techo contra el que iré a estrellarme, de nuevo cuerpo apagado y sin olor.

Escrito por Proteo a las 2:15 PM

6 de Mayo 2004

Extraño Campo de Marte

I

“Los que ganan todas las batallas no son expertos en el arte de la guerra; los que vencen al enemigo sin luchar son los maestros en el arte de la guerra” (Sun-Tzu, El arte de la guerra)


II

La paz es una hoja mellada. Por un lado grita y por el otro, calla.


III

Una calma violenta sucede en la sabana a la deflagración de los fusiles: uno no sabe si la batalla ya ha terminado, o está a punto de empezar. El áspid avanza entre la general expectación.


IV

Armas descargadas entre disparo y disparo. Detonadores exhaustos. Gatillos flojos por el exceso de uso. Flaccidez. Abulia. El estreno era una reposición.


V

En las explanadas no hay enclave donde apostar el disparadero.
En el llano es difícil prescindir de las trincheras (cavar es el destino de lo que no se eleva).
En las montañas, el fuego cruzado acaba incrustándose contra las vetas del mineral.
Allí donde la lucha se libra sin ritos ni agarraderas, las armas se vuelven indefectiblemente contra quien las carga.


VI

La labor de los estrategas es la pura ocultación. Su empeño no es vil porque cubran sus movimientos, sino por lo que tienen éstos de sinuosos, de amago de gesto noble que se transforma inmediatamente en plebeyo.


VII

Nadie exonera al desertor. Su carrera parece, en realidad, un descenso hacia sí mismo. Bajando, deja a los soldados por los suelos. Y éstos, humillados, le acaban viendo como al único enemigo.


VIII

La oruga que cruza los desiertos ignora el grado de su exposición. Se la ve tan vulnerable, tan tierna en un ensimismamiento ausente, que uno no puede concebir quién podría abordarla. Su inocencia la salvaguarda.


IX

Los tanques de fuego van a beber a los tanques de la sed. Únicamente su agua es de llamas.


X

Al igual que sólo aparentemente arden las balas de paja tras un día de siega, el horizonte se decolora ahora con flamígeros destellos.

Desde esta distancia, no podemos precisar lo que ha ocurrido. Tanto podríamos estar ganando como haber caído vencidos.

Cuanto más y más se elevan las vaharadas de luz en plena noche, mayor es nuestra confusión. El signo es movedizo, y no desprende calor.


FINAL

Sobre un paisaje lunar avanza, con una lentitud arqueológica, la caravana de los derrotados. Carece de destino claro. Perdido el hogar, se dirige hacia la nada. Saben que, después de hincar la espada, uno pierde el amparo de los hados. Extraviada la gracia, sólo les queda llevarse su andrajo a otro lugar. Demoradamente, como quien desciende poco a poco hacia su propia cuna.

Escrito por Proteo a las 1:19 PM

5 de Mayo 2004

Todo lo bello

Paz en el valle.
Los lobos se han retirado.

Una vaca pare, y el ternero
va y cae de pie.

No hay pastores que roben leche,
ni perro con bozal y correa:
sólo hierba verde,
musgo, frutos morados
y un arroyo que se desgañita
de puro contento:
apenas son las diez
y el orbe ya está cantando.

Las encinas
disparan sus bellotas al aire.

El romero
es el dueño de este baile
y un paseante
lejano lee a Homero.

Las aves vuelan
a ras de suelo,
describiendo figuras líricas.

Una voz avanza;
otra, le sale al encuentro.

Todo lo bello
se junta aquí y ahora,
justo en esta pradera

—y yo, que lo veo,
lo escribo para que tú, amiga
mía, en tu distancia lo sepas.

Que si hay luz y me embeleso
es porque oí tu melodía
rescatándome hacia afuera.

Escrito por Proteo a las 1:49 PM

Latente

Si yo quise un rostro propio
(allá, en los albores
fríos) fue para quemarlo y,
con la brasa endurecida
resultante, tiznarme la cara
con un polvo mío y no mío
(combustión generatriz
de una faz más allá de la llama):
inconcreta
identidad de lo que soy y lo que no,
reyerta apaciguada,
confusión
que da alborozo abrir
para instalarse dentro—
como un estuche de nácar
adonde las larvas no llegan
y el lodo no alcanza.

Si yo me hice luego el muerto
fue para mezclarme (espera
consumada en efusión)
con el brío de la entraña
y, ligero, subvertir,
el orden de lo propio y de lo ajeno,
la luz del interior
y la tiniebla de afuera.

No merece, pues, mi cuerpo
compasión:
que si ahora tiembla y languidece
y da miedo
verlo es sólo porque su calor
está todo concentrado:
como el volcán durmiente, la espera
es en mis venas una forma de dormir
sin dejar de estar presente.

Escrito por Proteo a las 1:48 PM

3 de Mayo 2004

Tras conversar

Correteando igual que niños
por pasillos que no conocen
a la busca de un parapeto
tras el que poder intimar.

Deslizándonos como gusanos
a ras de un suelo bello,
tal que aguas recién liberadas
bebiendo su propio mar.

Susurrando en pleno día
preces perfectamente opacas
(sobre todo para nosotros,
que las tenemos que rezar).

Alzando las copas de oro
con su contenido en ciernes—
por una vez, los dos coincidimos:
puro unísono en presente.

Desde entonces, no es igual
inventarte que saberte:
la soledad es algoritmo
que salva, pero no siempre.

Si ahora yo monologo,
es porque me vas a contestar.

Escrito por Proteo a las 2:03 PM

1 de Mayo 2004

Juego de cartas

Dos manos: dos barajas.

En la izquierda, la francesa,
con sus picas y sus damas
disponiendo la contienda
con crueldad incalculada.

La española, en la derecha:
el oro en la copa y la espada,
envainada. Para qué defensas
si rival no hay, ni ataca.

Ni bastos, ni estacas.
Por quien el paso franco le ceda
el juego se decanta.

Escrito por Proteo a las 1:24 PM

Visión y canto

Ya no puedo refocilarme en mi propia nada: ahora las voces prosperan y se enlazan, describiendo volutas de candor sobre una pizarra de frío.

Ya no deletreo la palabra n-á-u-s-e-a , no podría con sus hebras de lamentos espurios. Me decanto por la unción de los susurros, ambiguos camaradas en cuyas alas (ligero y confiado) mi mente deposito.

Ya no aborrezco: sólo bendigo. Que los signos, por esta vez, no son aciagos, sino alabanza: mano y andanza, visión y canto.

Escrito por Proteo a las 1:20 PM